Ejemplos de nombres propios

Se les dice nombres propios a los sustantivos que indican cómo se llaman las personas, los lugares, las marcas o las empresas. Su principal importancia es debido a que reflejan la identidad de alguien, su ideología e inclusive su nacionalidad. En muchos casos, los nombres propios también tienen un sentido sentimental, pues una persona puede ser llamada como su abuelo o como alguien especial para sus padres a modo de homenaje. Cabe destacar que también se denomina de esta misma manera a los apellidos.

En el caso de las empresas o marcas, los nombres propios reflejan la importancia de los mismos en cuanto a conocimiento masivo por parte del público. En ocasiones, dicho nombre se convierte en algo clásico y hace las veces de marca lo cual le da un mayor valor de mercado.

Los países cuentan con nombres propios que deben ser escritos siempre con mayúscula.

Los nombres propios en la antigüedad

Si bien hoy es una costumbre que se ha perdido, en la antigüedad, los nombres eran acompañados por algún tipo de descripción de la persona como en el caso de Juan I de Inglaterra (24 de diciembre de 1166-19 de octubre de 1216) hijo de Enrique II al que se lo llamó “Juan sin tierra” debido a las tierras de poco valor con las que contaba al ser el quinto hijo en la línea de sucesión. Debió asumir el trono en remplazo de su hermano Ricardo I “Corazón de León” quien falleció sin haber tenido hijos.

En cuanto a la gramática, todos los nombres propios deben ser escritos siempre con mayúscula, sin importar el lugar de la oración que ocupen.

En occidente, los cristianos tomaron la costumbre de nombrar a sus hijos de acuerdo al santoral. Es decir que el recién nacido era nombrado de acuerdo al santo que correspondía al día de su nacimiento. Por ejemplo, el 30 de diciembre se celebra al santo Raúl de Cambray, por lo tanto, muchas personas nacidas ese día llevaban o llevan ese nombre.